La fórmula es la misma, el éxito también. Tiziano Ferro vuelve con un álbum lleno de melancolía y de fácil digestión, no estamos frente a una placa compleja en su instrumentación, ni rebuscada en sus letras, pero tampoco escuchamos un producto desechable y superficial. El Amor Es una Cosa Simple cumple el objetivo sin tener que recurrir al facilismo pop, ni a las frases clichés; Ferro tiene la virtud de entonar canciones con un acento muy particular, propio de su origen italiano. Sus baladas se encuentran en el límite, están a un paso de alejarse de la fórmula radial para poner sus propios términos y condiciones, de esta forma, encontramos varios buenos temas envueltos en atmósferas intimistas, como es costumbre en el estilo que aborda, influenciada en gran parte por aquellos temas italianos de la década de los 70, de Umberto Tozzi, Gianni Bella y Sandro Giacobbe.
El Amor Es una Cosa Simple se desplaza lentamente entre terrenos ya explorados en anteriores trabajos del intérprete, y es así como logra concebir canciones que también dejarán huella en su discografía, temas que de seguro van a quedar en la memoria como Rojo relativo; Tardes negras y No me lo puedo explicar. En esta oportunidad, escucharemos pistas igual de lamenteras o más aún como La última noche del mundo; El fin y la que tal vez sea el mejor track, titulado Demasiado bueno, siendo en verdad demasiado bueno (y cortavenas), que narra una historia melancólica sobre el final de una relación amorosa ("tu amor fue casi nada, lo hice mi universo").
Por el lado más pop, se muestran cortes interesantes, siendo los habituales aquellos temas que contienen una pequeña dosis de rap, muy acostumbradas en su discografía, como en Interludio - 10.000 scuse e Islas en tus ojos.
Esmeralda; Te digo adiós y El amor es una cosa simple completan un disco parejo, con intepretaciones sobrias, ritmos pegajosos y letras sentidas que transmiten un mismo sentimiento-mensaje durante todo el álbum, logrando de esta forma que el aura de aquellos temas quede en el aire como un sentir propio, como una energía imborrable.
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